El día después
Es tarde, ya lo sé. No falta mucho para el amanecer. Sin embargo, el cielo parece dispuesto, las estrellas siendo el sostén y el mundo nuestro. Al principio no hay palabras. Creo que el nudo que tenemos hecho en la garganta, está formado por aquello que jamás pudimos decir. Pero es tarde, se agota el tiempo y la valentía de la que jamás gocé, hace una aparición estelar. Y corremos entre estrellas una vez más.
Corremos y reímos y casi me ahogo cuando te digo que perdí sin darme cuenta de que lo hacía. Que la impotencia de no poder entender lo que quería de ti, y descubrirlo demasiado tarde, aún me quema. Que te quise gritar un millón de veces mi amor, pero que las palabras nunca fueron lo mío y que ese era el significado de mi sonrisa. Que hubiera deseado que me hubieras podido leer. Que te llegué a conocer, cada gesto, cada manía, el dolor, la risa, el amor. Que pudimos ser más de lo que tuvimos y que jamás estaré conforme.
Nos sentamos en estrellas diferentes, sintiendo al tiempo hiriéndonos poquito a poco. No me atrevo a mirarte porque querré estar más cerca y hay un abismo entre nosotros, ya no hay forma de saltar sin perecer en la caída. Con la mirada abajo, la noche se desvanece poco a poco. Sé bien que ya no hay más, que la mayoría de veces el tiempo nos da lo que quiere y no lo que pedimos, que después de hoy, no habrá más cielo ni mundo. En mis labios expiran las palabras que no fueron dichas cuando debieron ser. En el mundo se apaga una oportunidad. Y, en mi vida, amanece. De alguna manera sé que mañana no habrá estrellas.
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